viernes, febrero 08, 2008

De qué madera?


Un grupo de jóvenes amigos de la iglesia local se acerca al ministro que pasaba por la vereda y le hablan de su inquietud:


- Estamos convencidos de que nuestra vida tiene sentido desde el llamado que Dios nos dió para servirle, pero en mala fecha nos la propone, porque estamos en Junio y ya sabes que empiezan los exámenes.


El ministro pensó un segundo y después de un breve silencio les contó una pequeña historia:

- En una pequeña aldea de leñadores había un árbol recio, grande y fuerte. Todo el mundo decía que la calidad de su madera era inmejorable.


Lo habían preparado durante años para que alcanzara una cierta envergadura. Pronto sacarían de él gran cantidad de madera, que exportarían a otros lugares durante largo tiempo.


Este árbol de excelente calidad iba a ser la fuente de la prosperidad de la aldea durante años.Un día de tormenta un rayo alcanzó al recio árbol, partiéndolo en dos.


El impacto hizo saltar una chispa y la madera comenzó rápidamente a arder, consumiéndose en un instante.


Sin embargo, el viejo árbol que había al lado, al cual el pueblo estaba dejando morir -pues la madera no era de calidad- resistió a las llamas sin dificultad"


-¿Cuál creéis que era el árbol de mejor calidad?- pregunto el anciano.

Los jovenes contestaron inmediatamente:


- El que no se quemó.El ministro añadió:


- En verdad, en verdad os digo que se sabe de qué madera está hecho uno cuando el fuego está cerca.


- y prosiguió su camino


Josué 1:9Mira que te mando que te esfuerces, y seas valiente; no temas ni desmayes, porque yo el SEÑOR tu Dios soy contigo en donde quiera que fueres.

martes, febrero 05, 2008

La botella


Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo.


El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.


Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar".


El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.


¿Qué debiera hacer?


¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje?


¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo atrás?


Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina.


Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase:


"Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente".


Hebreos 11:1“Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”


Hechos 20:35 “Más bienaventurada cosa es dar que recibir”.


Lucas 6:21 “Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.”

Receta de la Felicidad


Ingredientes:
• Una libra de recuerdos infantiles.

• 2 tazas de Sonrisas.

• 2.5 libras de esperanzas.

• 12 onzas de Ternura.

• 5 latas de cariño.

• 40 paquetes de alegría.

• 1 pizca de locura.

• 8 tazas de Amor.

• 5 libras de Paciencia.


MODO DE PREPARACIÓN:


• Limpia los recuerdos, quitándoles las partes que estén echadas a perder o que no sirvan. Agrégale una a una las sonrisas, hasta formar una pasta suave y dulce.

• Ahora, añade las esperanzas y permite que repose, hasta que doble el tamaño.

• Lava con agua cada uno de los paquetes de Alegría, pártelos en pequeños pedacitos y mézclalos con todo el cariño que puedas.

• Aparte, incorpora la paciencia, la pizca de locura y la ternura cernida.

• Divide en porciones iguales todo el amor y cúbrelo con la mezcla anterior.

• Hornéalas durante toda tu vida en el horno de tu corazón.

• Disfrútalas siempre con toda tu familia y seres queridos.


CONSEJO FINAL:

Puedes agregar a la mezcla anterior dos cucharadas de comprensión y una libra de comunicación para que la receta te dure para siempre. Pero sobre todo, lee siempre el libro de recetas llamada Biblia, del Chef Superior, Dios.


Por ti mismo no podrás, con él si lo lograrás.


Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.

Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Mateo 5:3-6

Porque me conociste...!


Corría el invierno del 1999, y allí estaba Jaume Rucabado, oceanógrafo conocidísimo entre los de su gremio, languidecía en el Hospital Oncológico de Barcelona a sus cincuenta y pocos años.


La Quimio no había conseguido derrotar al cáncer que se había afincado en el páncreas. Directo, sincero, gran trabajador, con gafas desde donde te escudriñaba.


Las enfermeras, acostumbradas a la muerte, ven con gran sorpresa cómo Jaume, desde hace meses, se ha encontrado con Dios en su misma Cruz; no salen de su admiración por aquel hombre que se les iba apagando, mientras les hacía reír con deliciosas y divertidas caricaturas.


Una de ellas le pregunta:


Jaume, ¿crees que yo iré al cielo?


Jaume la mira largamente: sabiendo que ella no practicaba la Fe cristiana; se atusa la barba y con una sonrisa le dice:


- Sí: tú irás al cielo


- ¿Cómo puedes decirlo tan seguro? ¿Porqué dices que iré al cielo?


- Mira... por que me has conocido a mí...


Jaume Rucabado murió el 6 de enero de 1999. Y el día de su entierro, aquella enfermera hizo una breve oración, aceptó a Dios en su corazón, y recibió el premio del cielo de una sincera conversión.


No era presunción, ni prepotencia de parte de Jaume, lo que pasaba era que él se había dado a Dios; Jesucristo le había aceptado y ahora actuaba a través suyo teniendo la certeza que su ejemplo de vida habría sido sufciente para que aquella enfermerá conociera a Jesús.
y Tú, podrás responder igual, si alguien te hace la misma pregunta?

1 Timoteo 4:12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.


Efesios 5:15,16 “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”

Un adelanto del Cielo


Un adelanto del cielo


Ocurrió durante un mes de voluntariado en las vacaciones de verano.


Cuando llegamos a Nairobi (Kenya) nos preguntábamos cómo nosotros, inexpertos universitarios, podríamos ayudar en aquella África sucia, polvorienta y calurosa.


Quizá arreglando tejados..., pero no teníamos experiencia en construcción.Quizá pintando un colegio... pero no sabíamos de pintura. Lo que sí teníamos claro era nuestra intención de darnos totalmente a los demás. Sin embargo, recibiríamos mucho más de lo que logramos dar: tuvimos la suerte de entrar en contacto con el Tercer Mundo, a través de un alojamiento para niños moribundos de las Hermanas de la Caridad en Nairobi.


Todos entramos en aquella casucha, un tugurio sin muebles, con poca luz. Contrastaban las hamacas llenas de niños enfermos y lloriqueando con los limpísimos trajes talares blancos y azules de las Hermanas de la Caridad, que rebosaban alegría. Yo me quedé bloqueado, en mitad de la habitación.


Nunca había visto nada así. Mis compañeros universitarios se esparcieron por las estancias, siguiendo a distintas monjas, que requerían su asistencia.


Una hermana me preguntó en inglés:


- ¿Has venido a mirar o quieres ayudar?


Sorprendido por tan directa pregunta y en estado de sopor, balbucié:


- A ayudar...


- ¿Ves a ese niño de allí, el del fondo que llora?


Lloraba desconsoladamente, pero sin fuerza.


- Sí, ése (le dije señalándolo).


- Bien: tómalo con cuidado y tráelo. Lo bautizamos ayer.


Lo noté con una fiebre altísima. El niño tendría un par de años.


- Ahora tómalo y dale todo el amor que puedas...


- No entiendo...


- me excusé


- Que le des todo el cariño de que seas capaz, a tu manera...


-Y me dejó con el niño.


Le canté, lo besé, lo arrullé... dejó de llorar, me sonrió, se durmió...


Al cabo de un rato busqué llorando a la hermana:


-Hermana: no respira...


La monja certificó su muerte:


- Ha muerto en tus brazos... Y tú le has adelantado quince minutos con tu cariño el amor que Dios le va a dar por toda la eternidad.


Entonces entendí tantas cosas: el cielo, el amor de mis padres, el amor de Jesús, los detalles de afecto de mis amigos...: mi viaje a Kenya supuso un antes y un después en mi vida. Ahora sé que todos tenemos "kenyas" a nuestro alrededor para dar amor cada día.


.- Anecdonet


Mas bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35).


El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad (Efesios 4:28).